Yo en mi vida debo creer en muy pocas cosas y en la mayoría que digo creer, realmente no me creo lo que digo.
Pero hay una cosa, si, solo una, en la que creo profundamente. Y es esta, a mi parecer, la clave para la menos infelicidad.
Una hora diaria de siesta obligatoria.
Si fuera presidente, estoy seguro que seria la primer medida que tomaría. Por ley, de dos a tres de la tarde, siesta obligatoria. En las escuelas, en los trabajos, en todos lados. De dos a tres se duerme y no hay discusión. Llegan las dos, Mario agarra el maletín, lo pone sobre el escritorio y deja caer su cabeza sobre el. Llegan las dos, Federico reclina la silla, se saca las zapatillas y apoya sus pies sobre el pupitre. Hasta las tres nadie trabaja, nadie estudia, nadie nada. Solo disfrutan de una hora de descanso en su día.
Siempre se dice que los niños son los que mas disfrutan de la vida, los que mas felices se los ve en este mundo. Y claro. Como mierda no van a ser felices si en el jardín después de la comida se tiran todos en el piso y se duermen por una hora y pico. Volvamos por un momento a la infancia entonces. Volvamos por un rato a ese momento de felicidad que sentíamos de niños y que sentimos cada domingo a la tarde, pero ahora todos los días.
Les aseguro que vamos a vivir un poco más felices, mas relajados, más amables.
No pido gran cosa, solo una hora.